De la cuna a la cuña. Brevísima relación del nacionalismo lingüístico español, de Juan Carlos Moreno Cabrera

1. INTRODUCCIÓN

Las ideologías lingüísticas centradas en la promoción de una lengua determinada crean un discurso de carácter mitológico que intenta presentar la lengua en cuestión como superior a los demás idiomas con los que convive y justificar su posición dominante o ventajosa sobre ellos. En este artículo me voy a ocupar de algunos de los tópicos principales del nacionalismo lingüístico español, que, lejos de constituir una postura marginal o residual, propia de grupos o personas exaltados, conforma un corpus muy bien articulado y desarrollado de conceptos promovidos por las instituciones del Estado español y presentados como características inherentes, naturales e indiscutibles de la lengua española supuestamente basadas en el sentido común. Voy a mostrar que esos tópicos se apoyan en presupuestos falsos, para lo cual basta echar mano de la ciencia lingüística moderna.

Hay que advertir que, en general, estas ideologías se suelen fundamentar en una serie de hechos empíricos indiscutibles para, sobre su base verificable, construir todo un conjunto de ideas propagandísticas que presentan esos hechos empíricos constatables como naturales e inevitables. El caso más frecuente consiste en que, después de que una lengua, mediante la imposición, ha ampliado su territorio de forma muy importante (como ha ocurrido con el inglés, el francés, el español o el portugués), se toma el hecho objetivamente verificable de que esa lengua goza de un número de hablantes enorme y de un uso muy notable, como patente de corso para asociar esa lengua con una serie de cualidades inherentes, que la hacen intrínsecamente superior a las demás lenguas con las que convive en ese territorio ampliado. De esta manera, las valoraciones ideológicas de la lengua quedan aparentemente justificadas y son presentadas como propiedades necesarias e inevitables de ella.

En este artículo voy a examinar cuatro de los tópicos típicos del nacionalismo lingüístico español. En primer lugar, hablaré sobre la idea del nacimiento de la lengua española, materializada a través de la metáfora de la cuna. En segundo lugar, examinaré el tópico de la presunta conversión del castellano en español a través de su extensión geográfica, ilustrada mediante la imagen de la cuña. En tercer lugar, voy a comentar otro de los tópicos preferidos del nacionalismo lingüístico español: el que hace referencia a las cinco vocales, como garantes de su facilidad de aprendizaje y manejabilidad práctica. En cuarto lugar, trataré sobre lo que es, sin duda, el tópico más importante de la versión moderna del nacionalismo lingüístico español. Se trata del concepto de español como lengua común, en el que se explota de forma más clara el mecanismo de justificación de una ideología lingüística a través de una determinada base empírica, que acabo de esbozar

2. LA CUNA DEL ESPAÑOL: EL ACTA DE NACIMIENTO DE LA LENGUA CASTELLANA

Es un tópico muy extendido dentro de la opinión pública española que los primeros testimonios escritos del castellano –y, por tanto, del español– están en las Glosas Emilianenses. He aquí tres muestras entre muchas otras que se podrían aportar:

“El castellano, cuyos primeros balbuceos aparecen en las Glosas Emilianenses, en torno a los siglos X y XI, es el idioma común de una veintena de naciones. Forma nuestro patrimonio cultural más extenso y constituye nuestra auténtica patria espiritual.” (VV.AA., 1999: 9; cursivas de JCMC)

“Su trabajo [el del glosador] le ha valido una sonora recompensa, pues los siglos quisieron conservarlo hasta llegar a nosotros como: las Glosas Emilianenses.” (Lozano, 2005: 78; cursiva de Lozano, negrita de JCMC)

“Nuestra lengua escrita se alumbró en San Millán de la Cogolla.”

[…] Los inicios del ‘castellano’ surgen del valle de San Millán (Lamela, 2008: 48; cursivas de JCMC)

En estas breves citas podemos ver una expresión quintaesenciada de la ideología nacionalista del español que, partiendo del dato falso de que en las Glosas Emilianenses
encontramos los primeros testimonios del castellano, asocia esta acta de nacimiento con el concepto de lengua común, tal como podemos comprobar en la primera de las citas, que es otro de los principales tópicos de este nacionalismo, que examinaré en la sección quinta del presente artículo.

Además, estas humildes y breves glosas son ensalzadas de forma desproporcionada para dar la máxima importancia a estos supuestos inicios del castellano:

“Pocos casos hay en la historia de la humanidad en que un grupo tan reducido de palabras haya producido semejante torrente de saber y de cultura. Y esto ha sucedido en San Millán de la Cogolla.” (Nieto Viguera, 2007: 87)

No voy a hacer referencia ahora a la falsedad del dato de que las Glosas Emilianenses son el primer testimonio escrito de castellano, porque ya lo he comentado en otro lugar (Moreno Cabrera, 2008: 165-167). Lo importante es constatar que la ideología del nacionalismo español intenta asociar esta lengua con el nacimiento de una nación y, por ello, es fundamental que esa nación sea anterior a cualesquiera de las otras naciones situadas en el Estado español o, si no es anterior, al menos, es lo suficientemente pujante culturalmente para que su lengua sea la primera en aparecer en un escrito. Un pequeño inconveniente, en este caso, es que en estas glosas aparecen también frases en euskera, aunque esto podría ser una ventaja para la ideología del nacionalismo lingüístico español, ya que, dado que el euskera no es una lengua romance, el hecho de que los supuestos primeros testimonios del castellano aparezcan junto a los de una lengua no romance, ni siquiera indoeuropea, son un claro indicio de antigüedad y precocidad sobre otras lenguas romances. En esa dirección parece apuntar el siguiente comentario:

“Pero la gloria de San Millán no acaba ahí. En ese mismo monasterio donde tanto se confiaba en Dios para alcanzar la vida eterna, otro hombre, o tal vez el mismo, copió dos glosas en otra de las lenguas habladas en la zona, el vasco, dejando así de forma imperecedera la huella de su pluma también en los escritos más antiguos, no epigráficos, conservados en esa lengua.” (Lozano, 2005: 78-79).

Ese supuesto carácter de mayor antigüedad y abolengo en la lengua escrita del romance castellano sobre los demás romances de la Península es un resto ideológico de la teoría del castellano primitivo característica de la etapa renacentista del nacionalismo lingüístico español (Binotti, 1995), según la cual el castellano era incluso anterior al latín, supuesto manifiestamente incompatible con nuestros conocimientos lingüísticos actuales. Sin embargo, como acabamos de comprobar, la ideología nacionalista no tiene inconveniente en manipular la interpretación de los primeros testimonios escritos en lengua romance para dar a la lengua española una preeminencia sobre las demás lenguas romances desde los primeros testimonios escritos. Que se trata de una operación puramente propagandística se ve de forma clara en el libro de Nieto Viguera (2007) titulado Glosas Emilianenses. Cuna de la lengua castellana y en el que se afirma lo siguiente:

“Mas las glosas, en su mayoría, ya no son latín, se trata de otras formas, de otros modos de comunicarse, de otra nueva lengua, aunque todavía no sea el ‘castellano’ o el español, como prefieran otros.” (Nieto Viguera, 2007: 75; las comillas son de Nieto Viguera)

Si este autor afirma que las glosas no son todavía castellano o español, el subtítulo del libro en el que se encuentra esta afirmación no tiene más que –suele ocurrir habitualmente con los títulos de los libros– una función puramente propagandístico- educativa que se contradice con lo afirmado en la obra que presenta y que el propio autor caracteriza de forma clarividente al principio del libro:

“Para que usted no se vaya defraudado hemos escrito estas páginas sobre las Glosas. Y al redactarlas hemos pensado en el visitante normal, que no tiene especiales inquietudes lingüísticas o históricas, que ha oído hablar de ‘San Millán, cuna de la lengua’, de las ‘Glosas Emilianenses’ o de la Rioja, como lugar del nacimiento del castellano, y que desea una información cumplida sobre el significado de esta especie de eslogan publicitario que le ha traído hasta San Millán.” (Nieto Viguera, 2007: 4; cursivas de JCMC)

Es una pena que el lector tenga que esperar hasta la página 75 (de las 95 de que consta el libro) para hacerle saber la falsedad de ese eslogan publicitario. Resulta curioso y revelador que, a partir de la página 81 hasta el final del libro, en donde se pondera la importancia de estas Glosas Emilianenses, se habla de nuestra lengua al referirse a esas glosas y se afirma:

“Partamos de una realidad perfectamente verificable: entre nosotros ha sido una constante histórica que nuestra lengua, en momentos críticos de maduración, ha sentido la necesidad de reafirmarse y dejar constancia de su capacidad como medio adecuado de expresión en su forma escrita o gráfica, no hablada.” (Nieto Viguera, 2007: 81)

Es decir, al hablar sobre la importancia de las Glosas Emilianenses se reafirma precisamente uno de los tópicos principales del nacionalismo lingüístico español: el español tiene una capacidad perfectamente verificable para ser un medio adecuado de expresión escrita desde los primeros testimonios escritos: da igual que las Glosas Emilianenses no estén escritas en esta lengua, tal como había afirmado el autor unas pocas páginas antes.

3. LA CUÑA Y LA SUPUESTA CONVERSIÓN DEL CASTELLANO EN ESPAÑOL

Otro de los tópicos esenciales del nacionalismo lingüístico español es la supuesta conversión de la variedad lingüística castellana en una lengua completa y desarrollada denominada español. Esta idea lleva a decir a algún autor que el castellano ya no existe porque sus hablantes decidieron abandonarlo para usar sólo la lengua española común:

“Por supuesto, el «castellano» también es una lengua española, tristemente ya desaparecida al haber sido sustituida, a lo largo de los tiempos, de manera total y absoluta, por el idioma nacional, el «español» […]. Ha sido una renuncia que no se ha sabido valorar y agradecer todavía a los castellanohablantes y a sus respectivos territorios” (Lamela, 2008: 69-70)

Esta conversión va asociada a la expansión del castellano por toda la Península, a su adopción por poblaciones de habla no castellana y a los procesos de koineización y mezcla que acabaron por convertir el castellano en una nueva entidad lingüística de calidad superior. No voy a aducir aquí las formas concretas que adopta esta visión del español, que abarca desde la metáfora de la cuña de Menéndez Pidal, o la del abanico de Amado Alonso, hasta el cambio de forma interior del castellano en su presunta transformación lingüística, porque ya lo he hecho en otro lugar (Moreno Cabrera, 2008:
87 y siguientes).

Ante ello conviene decir que el castellano medieval no se ha transformado en otra lengua superior, sencillamente porque sigue existiendo en la forma de castellano moderno que, sin duda alguna, procede de ese castellano medieval. Lo que aprovecha aquí la ideología nacionalista española es el hecho de que la lengua estándar española, tal como es adoptada por el Estado español y por sus instituciones educativas y culturales, es una versión cultivada y elaborada del castellano vulgar moderno. Ello hace que la variedad castellana moderna esté muy próxima, si es que no es casi idéntica, a esa lengua española estándar. Pero esto es así, no porque el castellano se haya convertido en español, sino porque la lengua estándar fundamentalmente escrita que denominamos mediante la expresión español estándar o normativo peninsular noes más que una variedad o registro culto elaborado del castellano vulgar moderno. De aquí podemos deducir que no es cierto, como dicen los apóstoles del nacionalismo lingüístico español, que el castellano vulgar moderno es un dialecto del español, sino que ocurre exactamente todo lo contrario: el español estándar normativo no es más que una variedad culta del castellano moderno:

“¡No tiene sentido, por tanto, decir que las variedades orales empleadas en, pongamos por caso, Soria o La Mancha son «dialectos del español», ya que esto implica una falsa relación histórica entre cada una de esas variedades y el español (esto es, la lengua estándar que tuvo su origen en el dialecto de Burgos, transferido más tarde [con modificaciones] a Toledo durante la Reconquista y finalmente codificado después como la lengua de Castilla y posteriormente del Estado español).” (Penny, 2004: 38)

Tampoco es cierto que el castellano moderno haya desaparecido ni que los castellanohablantes hayan renunciado a su lengua para pasar a ser hablantes del español, como se afirma en la cita que inicia esta sección. Esta absurda idea sólo puede tener un propósito: la indicación de que los hablantes de lenguas distintas del castellano deben también renunciar a usar su lengua propia para adoptar la lengua común, como hicieron supuestamente los castellanos con el español.

4. LAS CINCO VOCALES DEL ESPAÑOL

Otro de los tópicos más conocidos y utilizados del nacionalismo lingüístico español es la idea de que el sistema pentavocálico del español (surgido del sistema heptavocálico del castellano antiguo; Penny, 2006: 63) estándar facilita grandemente el aprendizaje y uso de esta lengua, lo cual es una característica que puede explicar parte de su extensión y pujanza. Esta idea procede de Menéndez Pidal y, tal como he mostrado recientemente (Moreno Cabrera, 2008: 79), es aceptada sin reservas por algunos filólogos y académicos en la actualidad.

Curiosamente, esta característica la comparte el español con el euskera, compañero de glosas, según la ideología del nacionalismo lingüístico español. Sin embargo, en el caso de esta lengua, no parece que este rasgo haya sido especialmente importante para su expansión. Al contrario, el euskera ha ido viendo reducido su territorio desde la Edad Media y en la actualidad va recuperando hablantes paulatinamente, pero no tan rápidamente como ocurrió en el caso del español.

Es muy revelador que se mencione este aspecto de las cinco vocales y se omitan otros detalles de la estructura lingüística del español que deberían parecernos mucho más decisivos a la hora de juzgar la presunta facilidad de esta lengua. El español comparte con otras lenguas romances unos paradigmas de conjugación verbal realmente complejos, con diversos subgrupos diferenciados cuyos modelos de conjugación siguen los denominados verbos irregulares. En español se podrían contabilizar, al menos, medio millar de estos verbos irregulares (muchos menos que los verbos irregulares del inglés o del alemán, por ejemplo). Comparada con la facilidad de las cinco vocales, esta característica podría ser considerada como un escollo importante, más que como una ventaja. Por esta razón, esta propiedad morfológica del español como lengua romance es oportunamente silenciada en el discurso del nacionalismo lingüístico español.

5. EL ESPAÑOL COMO LENGUA COMÚN

Llegamos ahora al tópico más importante del nacionalismo lingüístico español. Se trata de que el español es la lengua común de todos los ciudadanos del Estado español, en el sentido de que es la única lengua compartida por todos los ciudadanos de ese estado. Es la idea sobre la que se basa el Manifiesto por la lengua común presentado en Madrid en junio de 2008, que tanta polvareda levantó. Las concepciones ideológicas que hay detrás de este concepto se pueden ver reflejadas de modo cristalino en las siguientes citas:

“La razón por la que el español es oficialmente el idioma constitucional –a pesar de que se le denomine «castellano»– es por ser la lengua común de todo el territorio nacional, la que conocen todos los españoles, y no por razones políticas impositivas de ningún tipo […]. El idioma español ha sido aceptado y adoptado en toda España como lengua común de convivencia desde la época medieval…” (Lamela, 2008: 129-130; cursivas de JCMC)

“En efecto, el español o castellano, como queramos llamarlo, se habla en toda España, incluidas las comunidades bilingües, donde además de ser la lengua oficial del Estado –su aspecto más formal–, es la lengua común de todos los españoles y la única en la que todos pueden comunicarse y cuyo conocimiento por parte de todos los ciudadanos residentes en las comunidades bilingües les permite, en la actualidad, la posibilidad de competir con grandes ventajas en el área más extensa de las comunidades castellanohablantes, precisamente por ser bilingües.” (Herreras, 2006: 376; cursivas de JCMC)

El carácter excluyente del nacionalismo lingüístico español se ve perfectamente en la expresión del segundo de los pasajes según la cual el español es la única [lengua] en la que todos pueden comunicarse. Es posible que sea verdad que el español es la única lengua en la que todos los ciudadanos españoles se comunican de hecho, dado que la educación de muchos de estos ciudadanos, desde hace siglos, ha dado la espalda al reconocimiento de cualquier realidad lingüística del Estado español distinta de la castellana. Sin embargo es palmariamente falso que el español sea la única lengua en la que se pueden comunicar todos los ciudadanos del Estado español. Esto es así porque todas las lenguas de este Estado español menos una (el euskera) son lenguas romances y, por consiguiente, están estrechamente emparentadas. Esto significa que, mediante la vía de una educación adecuada, todo castellanohablante está capacitado para que pueda entender con poco esfuerzo el gallego, el asturiano, el catalán o valenciano o el aragonés. Sabemos que, al menos desde la Edad Media, los gallegos, los valencianos o los aragoneses, partiendo de sus lenguas propias, han sido capaces de entender a los castellanohablantes; más aún, han sido capaces de hablar castellano. ¿Por qué, entonces, los castellanohablantes no habrían de ser capaces de al menos entender –voy a dejar de lado el hablar– las demás lenguas romances peninsulares? ¿Es que acaso el castellano es más fácil de entender que otras lenguas romances? ¿Es que acaso los castellanos están menos dotados para entender otras lengua romances que los gallegos, catalanes, valencianos, asturianos y aragoneses? Las únicas respuestas no racistas a estas preguntas sólo pueden ser negativas.

Partiendo, entonces, de esa respuesta negativa a la última pregunta formulada, podemos deducir fácilmente que, por ejemplo, el gallego puede ser perfectamente una lengua de comunicación entre todos los ciudadanos españoles en el siguiente sentido. Un gallego o valenciano podría hablar en gallego o en valenciano en todo el territorio del Estado español y ser entendido sin dificultad por todos los castellanohablantes. Esto es perfectamente posible y factible y hasta socialmente razonable y, desde luego, aconsejable.
Por consiguiente, es falsa la idea de que el español sea la única lengua en la que todos los ciudadanos españoles pueden comunicarse. El gallego, el catalán o valenciano, el asturiano o el aragonés, todas lenguas romances, también tienen esa posibilidad, mal que le pese al nacionalismo lingüístico español, que es, aunque las apariencias parezcan indicar lo contrario, claramente excluyente.

Con todo, el nacionalismo lingüístico español insiste en los siguientes puntos:

– El castellano nunca se ha impuesto y cuando se intentó imponer, ello fue poco operativo pues ya era la lengua común.

– Toda acción de promoción y afianzamiento del castellano es legítima y necesaria, porque es la lengua común, la lengua nacional.

– Ninguna acción a favor del castellano es impositiva, ni vulnera derecho alguno.

El siguiente pasaje insiste en la primera de las ideas:

“Lo que sostengo es que los intentos de imponer el castellano, cuando existieron, llegaron tarde, no fueron ni continuados ni sistemáticos, y se vieron obstaculizados por mil avatares. […] La prueba definitiva de la débil imposición del castellano la dan hoy varios millones de hablantes de catalán, gallego y vasco” (Lozano, 2005: 101-102; cursivas de JCMC)

Las ideas anteriores son el haz de un envés muy tenebroso, que incluye ideas como las siguientes:

– Las demás lenguas de España son menos entendibles que el castellano.

– Las demás lenguas de España están menos unificadas y están más dialectalizadas que el castellano. Por ello, dificultan la comunicación de forma más o menos notable.
– Las demás lenguas de España son menos útiles.
– Las demás lenguas de España limitan, empobrecen y aíslan a las personas.

– No conocer estas lenguas no es un déficit importante. En todo caso, es un lujo caprichoso prescindible aprenderlas y usarlas.

De las que se derivan las siguientes:

– Las acciones de promoción de las lenguas diferentes del castellano son siempre impositivas y suponen un atropello de los derechos individuales y un ataque directo e intolerable a la lengua común.

– La promoción de las lenguas diferentes del castellano es ilegítima, innecesaria, excluyente, particularista y pretende socavar la lengua común.

– La obligación de conocer esas lenguas es intrínsecamente reprobable y constituye un atropello intolerable.

Las siguientes palabras radican en los anteriores supuestos que consideran que la promoción de las lenguas distintas del castellano es impositiva y excluyente:

“Aprender y usar la lengua local, considerarla lengua propia en exclusiva implica negar que a lo largo de los siglos el castellano también ha formado parte de su cultura. Así del
bilingüismo […] y de los otros […] los que no hablan la lengua propia” (Lozano, 2005: 167; cursivas de Lozano, negrita de JCMC)

Según otros autores esto pone en peligro al castellano y crea una situación de extrema gravedad:

“Poner las lenguas comunes en situación de castigo y persecución es caminar hacia atrás, es pura regresión. Es un mal para todos. […] Es crear limitaciones regresivas de grave repercusión. […] El español tiene problemas en España. Es bien conocido. Ante una situación que ha sido creada artificialmente, ha llegado el momento de exigir una solución al problema. Pero nadie se atreve.” (Lamela, 2008: 130-131)

Las dos citas anteriores son de dos libros escritos por una periodista y un arquitecto, que se tienen aquí en cuenta para mostrar el hecho de que la ideología del nacionalismo lingüístico español está implantada en los ámbitos generales de la opinión pública autorizada y de los medios de comunicación de masas. Sin embargo, podemos encontrar pasajes similares en obras escritas por profesionales de la lingüística.

El libro citado de Herreras es un ejemplo paradigmático de cómo ha penetrado este discurso corrosivo del nacionalismo lingüístico español en el ámbito académico moderno. Para mostrarlo voy a citar y comentar algunos párrafos de la conclusión de esta obra:

“Si es cierto que el aprendizaje de la lengua autonómica puede favorecer la integración dentro de la sociedad, no lo es menos que puede ser también un factor de discriminación que dificulte el éxito escolar del alumno en esa comunidad y, por consiguiente, el éxito social, tanto dentro de esa comunidad como fuera de ella.” (Herreras, 2006: 364-365; cursivas de JCMC)

Este razonamiento se aplica a la lengua autonómica pero no a la lengua española. Esta última no parece ser ni haber sido nunca un factor de discriminación que dificulte el éxito escolar. ¿No lo ha sido durante los siglos en los que los hablantes nativos gallegohablantes, euskaldunes y catalanohablantes han sido escolarizados en español? El nacionalismo español lo tiene muy claro: el español nunca ha sido lengua de discriminación ni de exclusión, ni ha sido un estorbo para el éxito escolar. La razón es clara: es una lengua superior a las demás lenguas con las que ha convivido tanto en el ámbito lingüístico como en el social.

Más adelante dice este autor:

“Por todo ello pensamos que imponer, en la actualidad, una enseñanza monolingüe en lengua autonómica en las comunidades bilingües supondría un engaño, además de un retroceso y una contradicción.” (Herreras, 2006: 374; cursivas de JCMC)

Afirmaciones como ésta se desprenden del ideario del nacionalismo lingüístico español que he apuntado en esta sección. La enseñanza monolingüe de una lengua distinta del español es un engaño, un retroceso y una contradicción. Sin embargo, la enseñanza monolingüe en español es sincera (no es un engaño), es un avance (no un retroceso) y es coherente (no es contradictoria). Se podría argumentar que Herreras se refiere sólo al momento actual. Aun concediendo esto, ¿en qué época o período habría que conceptuar la enseñanza monolingüe en español como un engaño, un retroceso y una contradicción? El nacionalismo lingüístico español lo tiene muy claro: nunca. La lengua española siempre ha sido una lengua sincera, progresiva y coherente y las demás lenguas han ido asociadas al engaño, al atraso y a la contradicción. Un último apunte en la misma dirección lo podemos ver en el siguiente pasaje del libro de Herreras:

“Es cierto que imponer una enseñanza monolingüe en lengua autonómica no hará perder a todos los ciudadanos de las comunidades bilingües este intrumento de comunicación tan importante que es el español . Con toda seguridad, los más dotados económicamente
podrán suplir esta carencia del sistema de enseñanza en su comunidad de origen, enviando a sus hijos, como ya se hace, a estudiar a otros lugares de España, pero la inmensa mayoría se verá condenada por sus escasos recursos económicos, a un monolingüismo reductor, hipotecando así en gran parte sus posibilidades de futuro.” (Herreras, 2006: 377, cursivas de Herreras, negrita de JCMC)

En este pasaje tenemos un compendio en verdad elocuente de los tópicos principales del nacionalismo lingüístico español. Primero, el español es un instrumento de comunicación importante, parece que más o mucho más que el gallego, el euskera o el valenciano. He aquí el tópico de que el español es una lengua más comunicativa, más entendible que las otras lenguas de España. No enseñar español o en español es una carencia grave. No enseñar en catalán o valenciano, gallego, asturiano o euskera no parece una carencia tan grave, incluso no parece una carencia en absoluto. El monolingüismo en las lenguas diferentes del castellano es necesariamente reductor, frente al monolingüismo en español, que parece ser ampliador. El monolingüismo en español es una riqueza, frente al monolingüismo en catalán o valenciano, gallego o vasco, que es una hipoteca.

Queda clara la posición del nacionalismo lingüístico español. Todo lo que no sea predominio absoluto y total del castellano sobre las demás lenguas de España es excluyente, limitador, atentatorio contra los derechos individuales, empobrecedor, particularizador y regresivo. Todo lo que sea la promoción de ese dominio del castellano será beneficioso, progresivo, liberador, enriquecedor, universalizador y protector de los derechos individuales. Creo que hay razones más que suficientes para expresar en estos términos tan radicales la ideología del nacionalismo lingüístico español en sus formas de manifestación actuales: el examen detenido y crítico de muchos de los discursos públicos informados por esta ideología, tanto los especializados como los dirigidos al público en general, no dejan lugar para una caracterización más moderada.

6. CONCLUSIÓN

A lo largo de las páginas anteriores, he pasado revista a cuatro de los principales tópicos del nacionalismo lingüístico español tal como se formulan en la actualidad. He intentado mostrar, de modo breve, que ninguno de esos cuatro tópicos tiene una base lingüística real, sino que se fundamentan en determinadas manipulaciones interesadas de diversos aspectos empíricamente verificables. Estas manipulaciones, algunas de las cuales he intentado hacer evidentes en este artículo, ponen de manifiesto una ideología profundamente nacionalista de carácter excluyente y retrógrado.

Siglos de imposición del castellano en todo el territorio del Estado español han propiciado que esta lengua sea la más usada en la actualidad. Este es un hecho objetivo que no se puede negar. Ahora bien, la ideología del nacionalismo lingüístico español lo aprovecha para asignar a la lengua castellana una serie de bondades que, en realidad, se derivan de una convergencia de circunstancias sociohistóricas contingentes y no de ninguna supuesta superioridad de esa lengua sobre las demás lenguas del Estado español. Esa supuesta superioridad se utiliza para presentar la lengua castellana como fácilmente asimilable y con un alto valor comunicativo (para explicar su supuesta expansión natural), como especialmente progresiva (permite el progreso y el avance social), como especialmente moderna y útil en la sociedad actual (permite la comunicación en todos los ámbitos de la sociedad moderna), como lengua de entendimiento y concordia (permite el entendimiento entre todos y evita los malos entendidos) o como lengua global (permite la comunicación con otros países más allá del Atlántico). Pero esta ideología tiene un re-verso extremadamente oscuro, ya que esa caracterización del castellano es inseparable de una concepción de las demás lenguas que va justamente en sentido opuesto. Esas otras lenguas de España son menos fáciles de asimilar y tienen un bajo valor comunicativo (se explica así su ámbito local), son regresivas (no permiten el progreso y el avance social, sino que nos sumen en el localismo y el retroceso cultural), están anticuadas y son poco útiles en la sociedad actual (no permiten la comunicación eficiente en todos los ámbitos de la sociedad moderna), son lenguas de incomprensión y discordia (impiden el entendimiento entre todos y producen malos entendidos) y son lenguas estrictamente locales (no permiten ir más allá de un pequeño territorio).

Las inquietudes, desazones y desvelos, que hemos visto reflejados en las citas que he ido aportando a lo largo de este artículo, ponen de manifiesto este lado oscuro de una ideología que, lejos de luchar en favor de la promoción de las lenguas que se han visto limitadas y reducidas por la imposición contingente del castellano, intenta justificar y contribuir al mantenimiento de esa situación de desequilibrio mediante las supuestas esencias lingüísticas de esa lengua tan privilegiada. La alabanza de la lengua propia, en este caso, sigue sirviendo de coartada para la justificación de un etnocidio lingüístico que, por fortuna, en muchos casos todavía no se ha podido llevar a cabo hasta sus últimas consecuencias.

Que, contra lo que se suele afirmar, este tipo de nacionalismo lingüístico español existe, creo que se puede deducir fácilmente del contenido de muchos discursos de personalidades e instituciones representantes de instancias culturales de gran relevancia en el Estado español actual (Moreno Cabrera, 2008). En este breve trabajo me he limitado a esbozar algunas pistas para su correcta caracterización y valoración.

7. BIBLIOGRAFÍA

BINOTTI, L. (1995): La teoría del “Castellano Primitivo”. Nacionalismo y reflexión lingüística en el Renacimiento español. Münster: Nodus Publicationen.

HERRERAS, J. C. (2006): Lenguas y normalización en España. Madrid: Gredos.
LAMELA, A. (2008): El idioma español y su futuro. Madrid: Espasa.

LOZANO, I. (2005): Lenguas en guerra. Madrid: Espasa.

MORENO CABRERA, J. C. (2008): El Nacionalismo lingüístico. Una ideología destructiva. Barcelona: Península.

NIETOVIGUERA, J. A. (2007): Glosas Emilianenses. Cuna de la Lengua Castellana. León: Edilesa.

PENNY, R. (2004): Variación y cambio en español. Madrid: Gredos.
–(2006): Gramática histórica del español. Barcelona: Ariel.

VV.AA. (1999): Agenda para el año 2000. La lengua castellana y la escritura. La Rioja: Edición y Diseño D&B.

“De la cuna a la cuña brevísima relación del nacionalismo lingüístico español”, en Actes del I Simposi Internacional sobre Situació i Perspectives del Plurilingüisme a Europa. València, 2008. Acadèmia Valenciana de la Llengua, 2011: 173-180.

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